Artículo publicado en Mundo Esférico el 14 de junio de 2020.
Los 2000 fueron muy convulsos en Argentina. Racing Club de Avellaneda, uno de los grandes argentinos, no tenía nada. Ni títulos —se cumplían más de 30 años desde el último—, ni rumbo ni terrenos donde desarrollar a sus jóvenes. La hinchada, harta, se unió para conseguir levantar al club ante la ausencia de poder. Y no solo lo hicieron con la entidad. Honrando la figura de Tita Mattiussi, la madre de Racing que dio su vida al club de forma desinteresada, construyeron con sus propias manos una ciudad deportiva para sus categorías inferiores. El predio se convirtió en el primer complejo deportivo del mundo levantado por su afición.
Charlamos con diversos aficionados, periodistas y personalidades que destacan la labor de Mattiussi y de la hinchada en una historia de amor por los colores.
El poder del hincha
La historia del llamado ‘Primer Grande’ de Argentina es la historia de una afición que supo arrimar el hombro cuando nadie vislumbraba un futuro. La entidad albiceleste de Avellaneda sufrió en sus carnes las consecuencias del post peronismo en los 50 y los 60, una época en la que las entidades deportivas concentraban la vida social de las ciudades. Los clubes polideportivos no solo eran conocidos por su actividad futbolística y juntaban a familias enteras en bailes, cenas, juegos o deportes como la natación y el basket. Sin embargo, las consecuencias económicas en el país se fueron acrecentando pasados los 70.
Las actividades que no daban rédito se fueron dejando de lado y los clubes que no disponían de buenas instalaciones no lograban un sentimiento de pertenencia tan grande. El periodista, aficionado y miembro de Racing Stones, Sebastián ‘Chino’ Acosta, destaca que su club, a pesar de ser un grande, estaba lejos en infraestructuras: “Racing nunca tuvo una raíz social muy fuerte porque no tuvo instalaciones tan buenas como San Lorenzo, Boca o Independiente, que es vecino nuestro”.
Llegados los últimos tres años de siglo, la entidad vivió su particular infierno. En el 97 se cumplieron 30 años desde que el club saliera campeón del mundo en la Intercontinental del 67. En el 98, un juez decretó la quiebra del club y el embargo de todos los bienes. “En esa época, la gestión brillaba por su ausencia y la afición tomó cartas en el asunto”, dice el ‘Chino’. El 4 de marzo de 1999, la jueza Liliana Ripoll pronunció el ultimátum de Racing. El club como asociación civil, como pertenencia de los socios, dejaba de existir.
La intención era clara: vaciar el club para comprarlo y gestionarlo. Convertir la afición de la gente en una empresa. El Estado se había cansado de prestar dinero a los clubes y que estos solo tuviesen pérdidas. Hubo una corriente política y empresarial muy importante en Argentina a favor de la conversión de sus clubes en sociedades anónimas. “Nos vaciaron para comprarnos. No contaban con nosotros, con los hinchas de Racing“, apunta Rodrigo Gasparini, uno de los primeros presidentes del Predio Tita Mattiussi.
Esa afición trazó un plan que comenzaba por mostrar fuerza. Fue así como el 7 de marzo del 99, coincidiendo con la que sería la primera jornada del campeonato que Racing no podía jugar de local, llenaron el Cilindro sin haber partido. 30.000 gargantas poblaron las gradas del estadio circular albiceleste. Sin jugadores, sin puntos en juego, pero con el orgullo intacto.
Era solo la primera iniciativa de algo más bonito que estaba por surgir.
Era darle importancia al hincha en una época en la que la teníamos. A su vez, no había factores de poder. Éramos nosotros o nadie. La verdad es que esa muestra, eso de llenar el estadio, hoy y a distancia, lo veo como que el hincha ocupó el lugar del fútbol – ‘Chino’ Acosta
Tita Mattiussi, símbolo de Racing
En un época en la que todavía no había debates de género ni tampoco existía el pañuelo verde —símbolo feminista argentino en favor del derecho al aborto libre en el país— la mujer argentina ya sabía de fútbol pero no era habitual en las canchas. “Hoy, la mujer argentina, y ahí viene Tita Mattiussi, tiene un nivel de fanatismo mayor que el de los hombres, saben más de fútbol que los hombres”, apunta el ‘Chino’.
En un mundo machista, Tita sostuvo a Racing. Hija del canchero de Racing, Cesare, y de la lavandera del club, doña Aida, creció entre las viejas gradas del estadio albiceleste. Sus padres, de origen italiano, habían emigrado desde Udine escapando de la pobreza. Y fue en Avellaneda donde Tita nació y murió. Decidió dedicar 80 años de su vida al club de sus amores y se convirtió en el sustento de los chicos de La Academia venidos de lejos, al igual que su familia.
Mattiussi se convirtió en un símbolo del club. Coincidiendo con una época de expansión de la política de fichajes de Racing, Tita se hizo cargo de los chicos que llegaban para poblar la base de jugadores. “En Argentina hay una zona a la que llamamos el ‘Cordón Lechero’: la zona de Santa Fe, el norte de Buenos Aires. Es zona de pasto, carne y leche y muchos jugadores importantes vienen de ahí. Se iban a buscar a esos jugadores, se los traían a Buenos Aires y Racing los concentraba en el mismo estadio. No imaginemos un hotel, era como estar preso. Y Tita Mattiussi les hacía de segunda mamá, de tutora, les lavaba la ropa. Eran chicos que, con poca edad, estaban alejados de sus ciudades”, dice Sebastián Acosta.
Apasionada con lo que hacía, empoderada en un mundo de hombres y defendiendo los intereses de un club que, en ocasiones, le dejó de lado. Fue un símbolo también de resistencia en un época en la que, decíamos, se atacó a Racing por vínculos políticos con el peronismo. Aunque se puedan llegar a imaginar a una mujer de carácter afable, no dudó en salir en defensa de los suyos en etapas oscuras como la dictadura militar que sufrió el país tras el golpe de Estado del 76. Delante del Cilindro se produjeron fusilamientos en febrero del 77 y, tal y como resume el periodista Marcelo Izquierdo en su libro homenaje a Tita, ella salió en defensa de ‘sus pibes’.
Eran tiempos oscuros. Tita estaba protegida por las paredes del estadio Presidente Perón, un nombre que provocaba el odio de los asesinos de turno. Pero era más una protección de cartón pintado de celeste y blanco. Nada detenía la marcha de los genocidas. Y ella lo sabía bien. Tita cuidaba de sus pibes, pero no podía defenderlos de una dictadura. A los chicos de las inferiores, cada vez que salían, los apuntaban con fusiles en los alrededores del estadio y ellos se acostumbraron a pegar un grito: ¡Somos jugadores de las inferiores de Racing!
El trato con sus pupilos fue especial. Para Tita fueron como sus hijos y, muchos de ellos, guardan en su memoria los mejores cuidados en aquellas épocas de tensión. El mayor homenaje que recibió en vida por su dedicación fue la posibilidad de ver a Racing campeón del mundo en directo. Los jugadores de aquel plantel del 67 le pagaron el billete para viajar a Glasgow con ellos. La vuelta del encuentro que consagró al club de Avellaneda campeón se disputó en Montevideo y, allí, Tita sonrió con toda la hinchada.
Mattiussi falleció en 1998, en otro símbolo de los años oscuros que pasó Racing a finales del siglo pasado. Su fallecimiento no cayó en el olvido y aupó a un grupo de aficionados a honrar su memoria. “Al año siguiente empezó a tomar forma el predio que lleva su nombre. Fue elegida por unanimidad -pese a que Racing cuenta con muchos referentes en su historia- para un terreno destinado para sus inferiores y construido por sus hinchas. No tenía competidor, porque ella nació y murió en Racing. Tita fue protagonista de los buenos y de los malos momentos del club“, apunta Leonardo Tarrio ‘Manguera’, responsable de los campos del predio.
Y de este modo, Tita se volvió eterna. Se convertiría en la mamá de todo Racing.
‘Construído por sus aficionados’
El año 99 fue de cambios. Tras la muerte de Tita, la caída en picado del club y la ausencia de triunfos, los aficionados decidieron trabajar para sostener el club. Un grupo de hinchas de Racing encabezados por los integrantes de la barra Racing Stones, descubrió que había un terreno abandonado que había sido donado a Racing. En una época de estrecheces económicas, su cantera también había sido dejada de lado. “Los chicos iban de predio en predio como nómadas sin tener uno propio, con la vida institucional del club en estado de quiebra”, comenta ‘Manguera’.
El propio Leonardo ‘Manguera’, Rodrigo Gasparini o Sebas ‘Chino’ Acosta, adolescentes en aquella época, fueron solo algunos de los que trabajaron en aquel predio por una pasión. La de dar a su club un símbolo de identidad, un lugar que les representase. Aunque no trabajaron solos. “Era identificarnos con algo, que viniera el visitante y dijera: ‘Estoy entrando en Racing’”, dice el ‘Chino’ Acosta. “El predio Tita Mattiussi fue un lugar de resistencia a esa movida privatizadora que había en ese momento por parte de personas interesadas, entre ellos el ex presidente Mauricio Macri”, comenta Gasparini.
En aquel entonces, el club estaba ‘gerenciado’: gestionado por una dirigencia externa debido a la crisis que había embargado sus posesiones. Y tras treinta años sin títulos y alegando pérdidas, solo interesaba el fútbol y ganar a toda costa. “Investigamos y supimos que se le habían cedido unos terrenos a Racing, muy cerquita de donde hoy está el predio y que el club, por no ocupar o invertir, lo perdió. Nosotros los tratamos de recuperar”, continúa Rodrigo.
El solar, un descampado gigante de tres hectáreas, había sido abandonado años antes de la ocupación por la gente de Racing. Se trataba de una terminal ferroviaria en la que antiguamente se habían reparado trenes. Los años pasaron por el terreno y, tras la caída de Perón, Argentina fue cerrando vías. “Como país deberíamos estar conectados por trenes pero se fueron cerrando ramales. Por presiones del Sindicato de Camioneros en los 90 se abandonaron terrenos como los del Predio. Al entrar, nos encontramos agujeros como los de los talleres donde se reparan autos, pero inmensamente más grandes que tuvimos que tapar a mano“, incide Acosta.
Los trabajos, sumados a la desidia y el nulo apoyo del club, se fueron alargando a pesar del tesón de los hinchas. “A su vez, el terreno ya estaba ocupado por delicuentes, gente de la calle. No fue entrar a un descampado, cortar el pasto, marcar las líneas y tener un campo. Era un terreno para el descarte de materiales de construcción de un centro comercial enorme que se hizo en Avellaneda. Tuvimos que sacar a la gente que lo ocupaba ilegalmente y ordenar la cancha 1, que fue una tarea titánica. Era todo trabajar la tierra, sacar piedras“, narra Gasparini.
El club no apostaba por un modelo de crecimiento en base a su cantera. Se buscaba resultado fácil así que dejó de lado a aquellos hinchas que trabajaban el campo en sus ratos libres. A base de préstamos al principio —como la de aquella niveladora para allanar el campo— y mano de obra desinteresada fueron construyendo el primer terreno de juego.
La ‘Cancha Uno’ se convirtió en realidad el 9 de julio del 2000. Era el momento de financiar de alguna manera la ciudad deportiva para los talentos de Racing. “La única forma fue haciendo lo que aquí llamamos ‘choripanear’: vendíamos comida, nos juntábamos los sábados y domingos para colaborar antes de que jugara Racing. ¿Cómo? Quitando piedras y labrando el campo. Si eras contable nos ayudabas con la contabilidad. Si eras abogado nos ayudabas con los papeles y, los que éramos jóvenes todavía, poníamos la fuerza bruta, digamos”, apunta Rodrigo Gasparini.
Parte importante de aquel crecimiento económico para sufragar gastos lo tuvo el colectivo de mujeres del que formaba parte la madre de Rodrigo. Una de las agrupaciones más características del Cilindro era, por aquel entonces, el grupo de mujeres que se sentaba tras la pancarta ‘Las Viejas Locas’.
“El nombre venía por el grupo argentino y en la pancarta incluso ponía el lema ‘No se olvide de la pastillita’ en tono humorístico”, nos cuenta Alicia Riccardi, amiga de la madre de Gasparini y parte de aquella peña, al otro lado del teléfono. Mujeres entradas en los 50, con una pasión desmedida por Racing y ganas de animar. No faltaban a un solo partido así que tampoco iban a dejar de lado aquella iniciativa del predio.
‘Las Viejas Locas’ estaba constituída por María Santos ‘Tita’ Gasparini, Estela Domínguez -la esposa del ex futbolista ‘Peti’ Domínguez-, Sandra Rubio, Alicia Riopa, ‘Angelita’ Hernández y Alicia Riccardi, quien cuenta la historia de la agrupación de amigas. “Todas nos reuníamos los fines de semana con algarabía [alegría] para preparar todos los sandwichitos para los que viajaban de Racing como visitantes y los que jugaban en el Predio Tita Mattiussi. Para los que venían de fuera al predio también hacíamos fideos y comida, con una atención especial de los chicos, muy agradecidos”, cuenta.
Por allí vieron desfilar talentos que después supondrían un patrimonio del club y del país integrando la Selección Argentina. “Vimos crecer al arquero de la Selección, ‘Chiquito’ (Sergio) Romero, al que siempre le decía a la hora de comer: ‘¿Qué te ponés en los pies? ¿Levadura?’. Era un chico muy alto, muy educado. También vimos a Cabral, que estuvo en el Celta, a ‘Gabi’ Mercado que pasó por Sevilla, es decir, chicos que realmente agradecían el esfuerzo que hacíamos”, dice Alicia.
El boca a boca consiguió reunir más dinero y cada vez más gente para trabajar aquel terreno. Todo el dinero que recaudaban en el estadio, en los exteriores, se transformaba con honestidad en una mejora en aquella instalación. “En un país que no se caracteriza por la honestidad, cada peso se reinvertía en el predio. Podías venir al siguiente domingo y te decíamos: ‘Mirá, con ese peso que pusiste levantamos esa pared, con los pasteles tapamos aquel agujero del techo’. La gente se daba cuenta, fue un tema de confianza importante acá”. Pero, sin duda, la anécdota que Rodrigo Gasparini guarda con más cariño es la de la primera donación no monetaria que recibieron: una nevera. “Nos la dio una vecina de la zona al ver lo que estábamos levantando. La señora era de Boca y se acercó al predio a ver lo que hacíamos cuando nos pasábamos días enteros. Llegó con la heladera, que no era nueva, obviamente, y nos dijo que nos la regalaba. Al final, acabó viniendo muchos días a ayudar y ni siquiera era de Racing“, dice entre risas.
Con la ayuda de la gente, de más y más afición, de la ‘Cancha 1’ se pasó a la construcción de más campos e instalaciones. La cantina, reformando una vieja nave, fue la clave para que el predio Tita Mattiussi se convirtiese en centro de reunión. “Organizamos bingos, juegos, obras de teatro. Quisimos que ese predio fuese patrimonio del club y hoy hay canchas de femenino o de hockey incluso. No sé si en otro lugar los hinchas lograron defender al club de esta forma: trabajando, con esfuerzo y con amor. Se demostró con el trabajo del Predio Tita Mattiusi”, incide Riccardi.
A la hora de nombrar aquella nueva instalación del club, los hinchas, sus creadores, dudaron poco. “Encontramos en Tita una mujer de club, que vivía en el estadio, cuidaba a los chicos, lavaba la ropa, esperaba a los jugadores tras el partido e iba a comer con ellos. Era como el anti ídolo. Anti todo lo que se idolatraba. ¿Es hombre? No. ¿Ganó algo? No. ¿Jugó al fútbol? No. Laburó en el club toda su vida“, sentencia Acosta.
El predio Tita Mattiussi se convirtió en centro de la vida social de Racing y orgullo de su hinchada | Fuente: Cedidas por @HernandoRC
Predio Tita Mattiussi: ‘La Academia’ del talento de Racing
Lo que fuera un baldío se acabó convirtiendo en la fábrica de pulir talentos de Racing. El equipo consiguió ganar de nuevo —en 2001 y en 2014— y lo hizo gracias a talento surgido de esos terrenos que la afición construyó con sus manos. La estructura del club fue cambiando con la mentalidad de posteriores dirigentes que, ahora sí, decidieron apostar por el Predio Tita Mattiussi como sustento de la entidad. Hoy la instalación cuenta con cinco canchas de césped natural, dos de sintético y una de hockey. También se ha dado espacio para una sección que es el orgullo de Alicia o Laura y que lo sería seguro de Tita Mattiussi: el fútbol femenino.
Toda la ciudad deportiva es llevada de forma magistral por Leo ‘Manguera’, a quien todos atribuyen el mérito de que sea una instalación de élite. “Para mí la experiencia es el día a día, siempre dispuesto a mejorar esos campos. Racing me dio la oportunidad de mantener por dos años también el campo del Cilindro mágico de Avellaneda y poder dar la vuelta olímpica del campeón 2014 con el equipo del que soy hincha y ahora socio vitalicio”, apunta orgulloso. Desde allí observa a diario y, desde que se levantó ese predio, “el crecimiento del que se sorprenden aquellos que soñaron en aquel terreno baldío una fábrica de jugadores para Racing Club”.
Quisimos que ese predio fuese patrimonio del club y hoy hay canchas de femenino o de hockey incluso. No sé si en otro lugar los hinchas lograron defender al club de esta forma: trabajando, con esfuerzo y con amor. Se demostró con el trabajo del Predio Tita Mattiusi – Alicia Riccardi
Si hacemos un repaso de todo el talento que han salido de esos terrenos olvidados, uno puede llevarse las manos a la cabeza. Los primeros ídolos salidos del Predio Tita Mattiussi fueron Lisandro López —ex de Lyon o Porto, hoy todavía jugando con la zamarra albiceleste—, Diego Milito o el ‘Chiche’ Arano quien pasó también por River, jugó en España en el Poli Ejido y hoy dirige un equipo de las inferiores albicelestes.
Solo en los últimos años, Racing ha exportado dos porteros de élite. Aquel con el que se reía Alicia Riccardi, Sergio ‘Chiquito’ Romero, hoy portero del Manchester United y Juan Musso, portero del Udinese italiano. En defensa podrían formar en un hipotético once Gabriel Mercado, Gustavo Cabral o José Luís Gómez. Por delante, los hermanos Zuculini, Ricardo Centurión, Marcos Acuña o Maxi Morález, uno de los que más impresionó a ‘Manguera’ en todos estos años de predio. La delantera es, sin duda la joya de la corona con gente como Matías Zaracho, Rodrigo de Paul, Luciano Vietto o Lautaro Martínez.
Sobre Lautaro, en el que recaen grandes esperanzas para encumbrar a una selección huérfana de apoyos a Leo Messi, hablamos con su descubridor, Fabio Radaelli. Tras colgar las botas, Radaelli se convirtió con los años en gestor de canteras y en ojeador prolífico y, aprovechando que estaba al mando de las inferiores de Racing, fichó a un joven de Bahía Blanca que ahora suena para el FC Barcelona. “En nuestra área de captación íbamos a ver todos los torneos que se jugasen de todas las categorías, organizábamos pruebas por todo el país: desde Río Turbio hasta Jujuy. En esa búsqueda, descubrimos a Lautaro que es de una zona al sur de Buenos Aires. Clasificábamos de acuerdo a lo que veíamos y cuando veíamos a uno, como yo lo llamo, ‘Clase A’ como Lautaro, directamente lo fichábamos“. Se dice que la directiva de Racing no lo quiso en un principio pero Fabio, consciente del talento en ciernes, agarró el volante de su coche particular y se llevó a Buenos Aires al delantero como su apuesta personal. Le salió redonda.
Si hoy se habla de Lautaro Martínez y de todo ese talento, es gracias al campo que trabajaron unos ‘locos’ aficionados por Racing. En Argentina, donde el fútbol es casi tan importante como el hecho de ser argentino, el fervor se demuestra con especial pasión en clubes que no son los dos más poderosos.
“Aquí en Racing tuvimos treinta y cinco años donde no se ganó absolutamente nada. La pasión por el equipo de fútbol es innegable y se transmite de padres a hijos”, apunta Gasparini. “Mi hija no para de repetirme durante la cuarentena que echa de menos ir a la cancha. Tres generaciones de racinguistas”, prosigue Laura Riccardi. Su madre, Alicia, cierra este reportaje ilustrando el trabajo desinteresado por un club que también hizo Tita. “Con la crisis del 2001, el banco en el que trabajaba me echó y aproveché para tomar la gestión económica del predio. Fui todos los días, me rodeé de gente que me ayudase con la limpieza, con la gestión y con las compras”.
Al igual que aquella joven que creció entre los tablones del viejo estadio de Racing, esta es la historia de un grupo de aficionados que creyeron en un sueño y dedicaron su pasión para construirlo. Hoy es una realidad y es la fábrica de talento de uno de los mejores clubes del mundo. Y se llama Predio Tita Mattiussi.